Mi viaje de Londres a Venecia

Visita Venecia, esa ha sido la conclusión que he sacado en este viaje. Mucha gente me decía “ ¿para qué vas? Si huele fatal, está muy sucia, llena de italianos, es muy cara, vas solo, bla bla bla , bla bla bla…” Si tienes ganas de ir a Venecia y a ti también te dicen este tipo de cosas, pasa de la gente, y ve. No te vas a arrepentir, de hecho, si hasta ahora no habías pensado en acercarte por allí, deberías ir haciéndolo, porque es uno de esos lugares únicos y mágicos. Es inspiradora, si tantos artistas vivieron allí será por algo. A mí por lo menos me impresionó de forma muy positiva, pero aquí no voy a hablar mucho de Venecia, para ello podéis ver el vídeo, o ir allí en persona y conocerla vosotros mismos. Os voy a hablar más bien de la locura del viaje en si.

Venecia junto con Australia han sido los dos lugares que más me han llamado la atención desde pequeño, a Australia me sale “un poquito” caro ir, pero Italia está a tiro de piedra de Londres y se encuentran vuelos muy baratos, así que pillé uno por unas 50 libras un par de semanas antes. El viaje era un viaje express, ya que mi situación económica de inmigrante en Londres no me da para mucha cosa, y estar pagando la casa con lo cara que es, sin estar usándola, duele. Así que mi vuelo salía un martes a primera hora de la mañana, y volvía al día siguiente por la noche, pero es lo bueno de Venecia, que es una ciudad pequeña, y se puede visitar en dos días si no te entretienes en cada obra de arte, cada iglesia, cada rincón, etc. Porque aunque es pequeña, si quieres conocerla a fondo vas a necesitar semanas.

A pesar de que mi vuelo salía el martes, se puede decir que mi viaje empezó el lunes. Los lunes son día de ensayo con Los Blacklegs (mi grupo de rock en Londres), siempre terminamos de ensayar tarde, y si tenía que volver a casa en el norte, después de ensayar en central London, para volver a bajar al centro otra vez unas horas después y coger el autobús al aeropuerto, no me rentaba, porque no iba a dormir nada y me iba a gastar más dinero. Así que decidí llevarme la maleta al ensayo, cuando terminamos de ensayar, Manuel, Pili y yo, fuimos al kebab de siempre a cenar algo (nuestro querido kebab con los cuadros cutres de vacas pastando) , después cogí el metro hasta la estación de autobuses de Victoria, y luego un par de horitas de bus hasta Stansted, allí busqué mi rincón, me quité las botas, me tumbé en el suelo, la mochila a modo de almohada, y a dormir.




Me desperté temprano a la mañana siguiente, y en cuanto abrieron el control de seguridad me dirigí a cruzarlo, antes de que se llenase de gente y tener que hacer cola. Pues bien, allí, me retuvieron media hora porque llevaba algo sospechoso en la mochila, yo con total calma ya que no tenía nada que ocultar e iba con tiempo de sobra, me dedique a observar el panorama. Cada vez llegaba más personal de seguridad a observar mi mochila, me interrogaron un par de veces, me hicieron sacar con cuidado todo lo que llevaba en la mochila, y al final me dejaron pasar, no sé si su confusión fue por un sándwich o por la batería extra que llevé para la cámara, pero me dio igual, un rato después ya estaba sentado en el avión esperando a despegar.

El vuelo fue increíble, me encanta volar, sobretodo el despegue y el aterrizaje, pero lo que más me impactó fue cuando de repente desperté, miré por la ventanilla, y todo lo que se veía en el horizonte eran montañas, y más montañas, blancas y gigantes. Si los Alpes eran así de increíbles, el Himalaya tiene que ser una auténtica burrada. Poco después aterricé en el aeropuerto de Treviso, allí me puse a buscar la forma de ir a Venecia, y sin saber muy bien si hablar inglés, español o intentar decir algo en italiano, me comuniqué con un paisano y acabé montándome en un bus urbano que me llevó gratis (gracias a mi despiste) a la estación donde tenía que coger el tren a Venecia. Cogí el tren, y un poco después ¡por fin estaba poniendo un pie allí!

Fue salir de la estación de tren y empecé a alucinar, aquello era otro mundo, algo completamente distinto. Pasé el día callejeando, dejándome llevar por el instinto, lo cual de día funciono bien, pero cuando se hizo de noche, dejó de haber gente en las calles, y anduve perdido… al final encontré mi albergue, al cual había reservado ¡por solo 4 euros la noche!, y cuando llegué allí me dicen que había sido un error, que tenía que pagar 26 euros… Así que exprimí mi bolsillo y rock&roll. En el hostal conocí a Martina y Marcela, con las que me fui por la ciudad al día siguiente y a las que mando un abrazo desde aquí, y muchas gracias chicas por vuestra colaboración con el vídeo 😉

Ya por la noche me despedí de ellas, cogí un bus, un avión, otro bus, y llegué a Londres hacia la una de la noche, anduve unos 200 metros para coger el búho que me dejaba al lado de casa y cuando me empezaba a acercar a la parada lo vi a lo lejos, empecé a correr porque es un bus que pasa solo cada 15 minutos, pero lo perdí, seguí corriendo detrás de él dos paradas más por si lo alcanzaba, pero nada, todo fue en vano… Hacía frio, y en vez de esperar en la parada decidí ir andando en dirección casa, y coger el autobús cuando pasase, pues bien, no pasaba, y a lo tonto me hice 3km… al final lo cogí y llegué a casa, pude acostarme hacia las 2.30 de la madrugada, y a las 5.30 me tenía que levantar para ir a trabajar… y así hice, cogí la bici y 5 km después estaba currando. Duré cuatro horas, hasta que me mandaron a casa porque era un auténtico zombie… Cogí la bici de vuelta a casa, y ahí es cuando considero que terminó mi viaje. Me metí en la cama, y a sobarla.

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